Al fin que todos somos directores técnicos de la selección de fútbol, también podemos ser arquitectos. / by Alejandro Heredia

En la formación académica de un arquitecto , el estudio de la relación cliente-arquitecto queda en mera teoría o intenciones. La academia se enfoca en resolver y analizar problemas teóricos que al final difícilmente crean soluciones reales a problemas existentes de la sociedad o existentes de un cliente verdadero. Esa realidad me tocó experimentar a mi en las épocas de universidad. Es por ello que hago esta reflexión de gran importancia para hacer valer la enorme relevancia que son los clientes para la arquitectura. Igualmente añado a la reflexión la gran importancia de que los clientes consideren aliarse con arquitectos para realizar sus proyectos y sueños.

 

La relación cliente-arquitecto muchas veces se puede considerar como una relación médico-paciente. En donde el cliente se convierte en el paciente o enfermo en espera de recibir la solución o cura de su problema y el arquitecto es el personaje de gran autoridad que prescribe la solución de forma certera e irrevocable. Es un tipo de relación en donde se puede percibir superioridad por parte del arquitecto hacia el cliente, y en donde se puede crear una neblina o interferencia entre si la obra o proyecto es sueño del cliente o sueño del arquitecto. Esa línea divisoria se vuelve muy delgada y difusa.

Schroder House. Gerrit Rietveld. Utrecht, Netherlands.

Schroder House. Gerrit Rietveld. Utrecht, Netherlands.

Esta perspectiva, a mi parecer y al parecer del despacho, es una visión obsoleta y que debe ser erradicada tanto en la percepción  de los clientes como en la de los arquitectos. Por parte de los clientes esta percepción puede generar ideas de sobre costos o de menosprecio en la participación del cliente en el proyecto. El arquitecto “todo poderoso” se vuelve el dictador del diseño y eso debe ser corregido.

Adolf Loos

Adolf Loos

Ante esta idea, el arquitecto Adolf Loos, escribió en 1900 un ensayo llamado “De un pobre hombre rico”. Éste escrito nos relata la relación de un arquitecto con un hombre acaudalado , quien le pide al arquitecto diseñar su casa como una obra de arte total, no solo diseñar la vivienda, sino también todo el mobiliario hasta incluso la vestimenta que los habitantes portarían. En el relato, Adolf Loos, nunca menciona ninguna intención por parte del arquitecto en entender verdaderamente al cliente, simplemente el arquitecto entró con sus grandes cuadrillas de trabajadores, ebanistas, pintores, carpinteros y convirtió la vivienda en una gran galería de arte que las revistas del momento homenajeaban y consideraban la gran obra del año. El cliente se mostraba satisfecho y feliz en un principio, pero con el tiempo se dio cuenta que su vivienda se convirtió en una pesadilla. Todo objeto tenia su lugar especifico y el cliente tenia que memorizar cada lugar para que todo funcionara acorde al diseño del arquitecto. Algo fatigante para el cliente.

 ……llegó el arquitecto para tomar decisiones en cuestiones difíciles. Entró en la habitación. Satisfecho, le salió al encuentro el dueño de la casa, que se sentía emocionado. Pero el arquitecto no vio la alegría del dueño de la casa. Había descubierto algo y palideció.

 «Pero, ¿qué zapatillas lleva usted?», preguntó como costándole un esfuerzo. El dueño de la casa miró sus zapatillas bordadas. Luego respiró aliviado. Esta vez no tenía culpa en absoluto. Las zapatillas habían sido realizadas según el proyecto original del arquitecto. Por ello, contestó con aire de superioridad:"¡Pero, señor arquitecto! ¿Ha olvidado que usted diseñó estas zapatillas?"«Cierto», bramó el arquitecto, «¡pero para el dormitorio! En esta habitación destroza usted con estas dos manchas de color toda la armonía que en ella existe. ¿No se da cuenta?» El dueño de la casa lo reconoció. Rápidamente se quitó las zapatillas y casi se murió de alegría porque el arquitecto no encontró inaceptables los calcetines que llevaba. 

Este relato ejemplifica claramente la relación de superioridad que el arquitecto debe desterrar de su ejercicio. El cliente pasó a segundo terminó. El arquitecto pensó más en la satisfacción personal y egocentrista, dejando en el camino a un cliente infeliz e insatisfecho. Muchos clientes pudieron haber pasado por algo similar y muchos clientes potenciales pueden tener esta percepción, la cual  debe ser exiliada de la práctica del arquitecto.

En cambio se debe dirigir la atención al cliente de una forma más humana , cordial y práctica. El arquitecto británico Norman Foster afirma que ““un arquitecto debe, ante todo, escuchar, ser humilde hasta extremos extraordinarios, entender la idea que genera un edificio, las necesidades de los usuarios, todos los aspectos implicados, que son muchísimos. Entender a conciencia lo que rodea a una obra te permite liderar un proyecto con un alto grado de confianza.” Èsta frase nos aporta la idea general con la que se debe atender hoy en día al cliente. Foster, siendo una vaca sagrada en el mundo de la arquitectura mundial y pudiendo tener una actitud de grandeza y soberbia, nos aclara el camino humilde hacia un buen proyecto, en donde la confianza del y hacia el cliente es fundamental.

 

Didden Village, MVRDV, Rotterdam, Netherlands.

Didden Village, MVRDV, Rotterdam, Netherlands.

Didden Village, MVRDV, Rotterdam, Netherlands

Didden Village, MVRDV, Rotterdam, Netherlands

Este camino es con el que nos identificamos en el despacho, y también lo reafirma otro gran arquitecto de nombre Steven Holl quien nos dice que ““el arquitecto está en manos del cliente, es una colaboración entre ambos, al 50 por ciento”. A diferencia de la percepción de medico-paciente, la relación arquitecto-cliente debe ser colaborativa y no individualista. Cada quien tiene su rol de gran importancia para el éxito de un proyecto. El cliente debe depositar confianza y fiarse de la experiencia del arquitecto elegido. Una frase puede encerrar esta relación: “Detrás de todo gran obra de arquitectura, hay un gran cliente”.

Sin embargo al igual que hay arquitectos dictadores , hay clientes que generan trabas al desarrollo de un proyecto. Aquellos clientes que se vuelven jefes de obra o jefes de supervisión sin tener la claridad que un profesional pueda tener. Al fin que todos somos directores técnicos de la selección de futbol, todos podemos ser arquitectos. Y esto puede aplicar a cualquier profesión. Debemos generar una cultura más colaborativa y participativa, en donde los expertos y profesionales desarrollen adecuadamente su trabajo y donde el cliente se sienta respaldado por la experiencia y confianza de un profesional. Claro que aquí influyen muchas cuestiones de presupuesto y limitantes económicos, como lo mencionamos en otro post del blog con el tema de la autoconstrucción. A pesar de esta realidad, podemos brindar servicios de consultoría o asesoría sin incrementar los costos o presupuestos para el cliente. Como arquitectos nos debemos adaptar a las necesidades actuales de la sociedad y brindar servicios adecuados a nuestra situación económica y social.

Casa Prieto. Luis Barragan. Ciudad de México.

Casa Prieto. Luis Barragan. Ciudad de México.

 Como profesionales, la relación de cliente-arquitecto debe ser honesta y de confianza. Tanto cliente como arquitecto debemos cambiar esa idea de “que el cliente siempre tiene la razón”.

 Ante este tema, un experto en productividad personal llamado Jose Miguel Bolivar nos comparte que “ La buena noticia se produce cuando descubres que no dar sistemáticamente la razón al cliente puede producir excelentes resultados. Han sido ya varios los clientes que, pasado un tiempo, han reconocido que estaban equivocados y que mi firmeza ante determinados aspectos – hasta el punto de arriesgar la oportunidad comercial con ellos – fue lo que les convenció finalmente a brindarme esa oportunidad de colaboración. Eso significa que la honestidad y la coherencia también tienen un valor para muchos clientes.”

La relación también implica psicología. En repetidas ocasiones también se tratan problemas personales fuera de la ecuación profesional, demostrando que al escuchar y ser empático con el cliente no solo se refiere a sus necesidades espaciales, sino también a sus problemas emocionales.

Finalmente podemos concluir que el cliente es la piedra angular para que la arquitectura suceda. Sin cliente no hay arquitectura. Sin embargo la participación cliente-arquitecto debe ser considerada como colaborativa en un 50%-50% como menciona Steven Holl. Este porcentaje pudiera variar e inclinar la balanza un poco hacia el cliente, pero nunca inverso. Es por ello que en el despacho la palabra “arquitectura colaborativa” es de suma importancia. El cliente esta dentro de la colaboración de todo proyecto de forma activa y primordial. Esta reflexión también es un llamado a los clientes para que se acerquen a los profesionales de la construcción para que sus sueños se materialicen acorde a sus expectativas y presupuestos. Como lo mencione anteriormente, los arquitectos debemos adaptarnos a las condiciones económicas y sociales que vivimos hoy en día.

Farnsworth House. Ludwig Mies Van der Rohe. Estados Unidos.

Farnsworth House. Ludwig Mies Van der Rohe. Estados Unidos.

Bibliografía y consultas.

Extractos y citas : Blog de Arquitectura. Stepien y Barno. www.stepienybarno.es

Archdaily “De arquitectos frustrados y la complicada relación cliente-arquitectos”. https://www.archdaily.mx/mx/868011/algunos-clientes-algunas-formas.

Adolf Loos, “De un pobre hombre rico”. http://hasxx.blogspot.com/2012/10/de-un-pobre-hombre-rico-adolf-loos.html